1 Martín García. Un mundo en miniatura
Es un clásico destino de fin de semana desde Buenos Aires. Y también una suerte de mundo en miniatura, de dos kilómetros cuadrados. Está cerca de las costas uruguayas, pero la historia lo aferró al territorio argentino. La isla fue avistada en 1516 por Solís y sus marineros y su nombre recuerda a uno de ellos que murió y fue sepultado allí, en medio de lo que llamaron “mar dulce”. Cuando se viaja en avión desde o hacia el Aeroparque, es común verla: una mancha verde desprendida del Delta que parece navegar sobre el espejo ocre de las aguas. Martín García es un compendio de historia platense anclado en el río: hay edificios históricos, cañones heredados de la Guerra de la Triple Alianza, casas donde fueron detenidos presidentes derrocados a lo largo del siglo XX (Irigoyen, Alvear, Perón y Frondizi), ruinas de una cárcel militar, un museo, un faro, una panadería que no hay que dejar de visitar y senderos para caminar por bosques y costas. Por lo general se va para el día, pero es también un destino para quedarse por la noche -y comprobar, como Rubén Darío, que allá los sueños se agilizan.
2 isla de los pájaros. Se tragó un Elefante
Desde la plataforma de observación del Istmo Ameghino, se pueden ver los dos golfos que encierran la Península Valdés. El Nuevo es el más mediático porque es donde se realizan los avistamientos de ballenas en invierno y primavera. El otro es el San José, que baña las costas de la pequeña Isla de los Pájaros. Este islote, que vuelve a conectarse con el continente durante la bajamar, es un refugio para una enorme colonia de gaviotas cocineras, pero también cormoranes, pingüinos y ostreros. Se la puede ver con los largavistas desde el centro interpretativo. Además de las aves, llama la atención su forma: chata en sus dos extremidades e inflada en el centro. Parece copiada del dibujo de una boa que se tragó un elefante, en El Principito. Pero en realidad el dibujo fue copiado sobre la isla: Saint Exupéry conocía bien la zona, porque la sobrevolaba a bordo de su avión en sus vuelos por la Patagonia para llevar el correo desde Buenos Aires.
3 Ariadna. Rodeada de tiburones
Las islas costeras de la Patagonia son todas agrestes. Si bien quedan algunos vestigios de construcciones en algunas de ellas, la única que se explota turísticamente es Ariadna, en la Reserva Natural Provincial Bahía Blanca (en cuyo fondo está el puerto homónimo). Su nombre -a pesar de ser mitológico- recuerda a una de las hijas de un marinero inglés, pionero de aquella zona del sur de la provincia de Buenos Aires. La isla tiene una pequeña posada y es seguramente la única que ofrece la posibilidad de pernoctes en medio del Mar Argentino. La visitan, sobre todo, pescadores atraídos por la gran variedad de tiburones (bacotas, escalandrunes, gatopardos) que pueden capturar, pero también es un apostadero para avistar aves marinas, delfines y orcas. Aunque tenga playas y dunas de arena, hay que tener en cuenta que sus aguas son peligrosas por causa de la amplitud de sus mareas (más de cuatro metros de diferencia en el nivel del agua a lo largo del día).
4 Victoria. Entre las montañas
Los grandes lagos argentinos también tienen islas, sobre todo los del Sur, donde los Andes crearon rebuscados y laberínticos paisajes. La más famosa es Victoria, en medio del Nahuel Huapi (un nombre que originalmente era el suyo, ya que significa Isla del Puma, en referencia al animal tótem del clan puelche que la habitaba). También se llamó Victorica, para honrar a un militar, hasta que finalmente -por confusión- se simplificó en su nombre actual. La isla tiene unos 20 kilómetros de largo por cuatro en sus partes más anchas. Es una reserva natural que forma parte del Parque Nacional Nahuel Huapi y sólo se puede recorrer una pequeña porción de su territorio, en torno de Puerto Anchorena y el histórico hotel (reinaugurado hace pocos meses), mientras el resto es intangible. El muelle del puerto, en la parte más angosta de la isla, es una escala habitual en las navegaciones turísticas por el lago o en los paseos desde Puerto Pañuelo hasta la vecina península Quetrihué, donde se encuentra el Bosque de Arrayanes.
5 Isla Grande. En medio de una laguna
La laguna del Monte es una de las Encadenadas en el sudoeste de la provincia de Buenos Aires. Los pescadores la conocen también como laguna de Guaminí, por la pequeña ciudad que se encuentra en sus orillas. Tiene dos islas. La más grande se llama, sin mucha imaginación, Isla Grande. Los pampas la conocían como Guapi Minu, la isla adentro, un término que derivó en el nombre actual de la ciudad. En 1981 una aristócrata austríaca mandó construir una casona para pasar temporadas allí. La propiedad pasó luego de mano en mano hasta que los actuales dueños convirtieron la isla y la casa en un emprendimiento turístico. Se llama La Sistina, una hostería boutique de campo que ofrece un servicio gastronómico de excelencia. Está rodeada de aguas, en medio de un paisaje muy campestre donde pastan rebaños de antílopes.
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